La promoción y conservación de una planta de vistosos colores le ha dado renombre a Concepción, como santuario de una especie nativa de orquídea. A dos décadas del primer festival, comunidades, hoteleros y otros negocios florecen a la par de la actividad artístico-cultural, que ya ha hecho de su visita una tradición.
Avelino Alba Cortez se autodefine como técnico en crianza de orquídeas. Hace más de 20 años, aprendió el oficio, cuando trabajaba en un hotel privado de Concepción, a 290 kilómetros de Santa Cruz de la Sierra. El propietario —cuenta— tenía más de una hectárea dedicada a esta planta de flores con colores vivos y exuberantes, y más de 400 especies, que fueron dando de a poco. Hoy aquel emprendimiento no existe más, pero Avelino se ha convertido en el guardián de esta planta en el Vivero Municipal. Allí tiene más de 40 especies.
“Yo me vine de Portachuelo en 2000 y en 2001 comenzó el Festival de la Orquídea”, recuerda Avelino. Durante todos estos años, este hombre de contextura delgada y surcos profundos en el rostro, apoyó con la iniciativa con sus conocimientos. Aprendió a cuidar a estas plantas, de las que se estima existen 36 mil especies registradas en el mundo. Bolivia tiene alrededor de nueve, siendo Cattleya nobiliar la que le dio el renombre de Santuario de la Orquídea a Concepción
Desde hace 23 años, en octubre, este municipio chiquitano se convierte en el destino ideal para los amantes de estas plantas, quienes no solo tienen acceso a una variedad de orquídeas, traídas desde distintos criaderos de Concepción, la ciudad capital, como de otros municipios. A la par se realizan actividades artístico-culturales, lo cual genera un movimiento económico muy interesante a este centro urbano.
El festival únicamente paró durante tres años —2020-2022— por la pandemia de Covid-19. Este año volvió con mucho impulso, merced a una trayectoria marcada por un trabajo conjunto entre el municipio y el Centro para la Participación y el Desarrollo Humano Sostenible (Cepad), la institución que se encarga, no solo de la organización, sino de llevar adelante otro tipo de iniciativas que impulsen un turismo responsable.
La clave quizá tiene que ver con que pese al cambio de autoridades ediles durante todos estos años, los diferentes Alcaldes asumieron la importancia de apoyar e impulsar la actividad, que ofrece tres días de una agenda intensa para ver orquídeas, pero también consumir productos de artesanas locales, así como llenar la capacidad hotelera, y consumir alimentos en el lugar.
Ello sin mencionar una feria de productos diversos que se instala en la plaza principal, así como las comunidades indígenas que se alistan para recibir visitantes como El Carmen y Santa Rita.
Se estima que este año llegaron alrededor de cinco mil visitantes, quienes generaron el equivalente de ingresos a tres meses de actividad normal del turismo, le dijo Ruben Barbery, presidente del Cepad al diario El Deber; algo que depende también del interés que puedan poner los comunarios a este tipo de actividades.
El gran fenómeno del turismo comunitario
El Carmen es una comunidad indígena chiquitana situada a 40 kilómetros de Concepción. Se estima que tiene 500 habitantes u 80 familias. Todos ellos se unieron este año para trabajar en mingas o trabajo comunitario, para mejorar un sendero que lleva a un mirador, en cuyo trayecto es posible ver a Cattleya nobiliaen su hábitat natural.
Ricardo Procchio, máximo representante u OTB (Organización Territorial de Base) cuenta a La Región que esta comunidad es muy unida y casi siempre llega a un acuerdo para mejorar sus condiciones de vida. Entre otras cosas, los niños tienen un día a la semana que acuden a la escuela con vestimenta chiquitana, para mantener sus costumbres. Asimismo, interpretan el Himno Nacional en bésiro, una lengua chiquitana muy poco utilizada en la actualidad.
Todo esto le ha permitido a El Carmen celebrar una feria de comidas en fechas especiales como el festival, para que se conozca las bondades culinarias que se pueden hacer con almendras chiquitanas, por ejemplo. En tanto, los hombres se encargan de guiar a los turistas, servicio por el que hacen un cobro. Al llegar a Concepción es posible preguntar por la visita a esta comunidad.
Del mismo modo en Santa Rita, a 24 kilómetros del centro urbano, las mujeres tejen mantones y otras prendas, que tiñen de forma natural, como hacían sus antepasados. María Supayabe dice que en 2009 empezaron con la iniciativa de turismo comunitario, para que la gente pueda conocer sus costumbres y comprar sus productos, gracias a unos cursos de tejido que recibieron.
Hoy en día, Santa Rita es un destino obligado para quienes visitan Concepción. Además de ver cómo tejen las mujeres, es posible comer platillos típicos cocinados en horno de barro, y compartir bailes típicos de la región como la chovena con la gente del lugar. “Una experiencia que revitaliza”, asegura una turista.
Todas estas opciones de visitas giran en torno al Festival de la Orquídea. Pero también hay concursos, juegos típicos, una velada artística y un movimiento inusual que genera economía.
Para los vivientes, este evento, así como Semana Santa y otros que se están promoviendo desde la Alcaldía son oportunidades para mejorar los ingresos.
El burgomaestre, Mauricio Viera Canido, asegura que todavía falta trabajar destinos, pero los actuales les permiten aumentar el flujo de visitantes en ciertas fechas.
Para Avelino, el cuidador de orquídeas del Vivero municipal, la fecha es propicia para contar sus experiencias. Lo que sí, le preocupa el tema de la sequía y la falta de lluvias. “Hasta 2010, las orquídeas florecían mucho antes, ahora hay que cuidarlas y echarles agua sin cloro, porque sino crecen muy débiles”, lamenta.
Además, su otra preocupación es la extracción de orquídeas de sus sitios naturales para ofrecerlas a precios bajos. Al respecto, diferentes autoridades ediles han intentado mejorar el control de personas de comunidades Ayoreas que incurren en tal actividad, pero hasta ahora no ha sido posible el control.
“Hubo un año que incluso se les compró las orquídeas para que no las vendan ni las saquen, pero no funcionó”, cuenta un funcionario que pidió reserva en su identidad. Un tema que resta trabajar, pero que no resta brillo a todo el proceso y trabajo que implica llevar adelante el Festival.
Fuente: La Región