Ciudades Intermedias como una respuesta a los procesos migratorios”, fue la temática abordada en un encuentro internacional realizado entre el jueves y viernes de la pasada semana en la ciudad de Santa Cruz. Los gestores de esta iniciativa son: Carlos Hugo Molina, como director del Centro para la Participación y el Desarrollo Humano Sostenible (Cepad) y Germaín Caballero, alcalde del Gobierno Autónomo Municipal de San José de Chiquitos.
Cada vez que abordan el tema, la necesidad de avizorar respuestas urgentes toma cuerpo, en un contexto latinoamericano donde el 80% de su población vive en ciudades, del cual el 25% lo hace en condiciones de pobreza en asentamientos informales de alta inequidad, exclusión social y vulnerabilidad ante los cambios climáticos.
En contacto con El Día, nos describen los pormenores de una propuesta paradigmática para afrontar los retos de la creciente concentración poblacional en áreas urbanas y las soluciones posibles a dicha problemática a partir de las potencialidades de las “ciudades intermedias”.
P. ¿Al citar ‘ciudades intermedias’ a qué se refiere?
C.H.M.: Poniendo en contexto, América Latina ya tiene el 80% de su población viviendo en área urbana. En cambio, Bolivia todavía está en el 75% viviendo en las ciudades principales. Por ejemplo, países como Uruguay, ya cuentan con el 95% de sus habitantes en las grandes urbes.
En el caso de Bolivia sentimos más el dato de la migración porque todavía nos movemos con categorías rurales, indígena y campesinos, que es el enfoque de naturaleza estatal. Hemos realizado proyecciones en función a los censos de 2001 y 2012, cuyas proyecciones nos señalan que en 2032 Bolivia podría tener 15 millones de habitantes, asumiendo que ese año habrá un nuevo censo. De ese total, el 90% viviremos en ciudades, el 83% en el eje central (Santa Cruz-Cochabamba y La Paz) y cerca del 50% en el departamento de Santa Cruz. Si estos datos son correctos, eso quiere decir que habrá un millón de kilómetros cuadrados, técnicamente sin habitantes.
P. ¿Además de la problemática, qué nos plantea?
C.H.M.: Desde ya la pregunta básica que nos hacemos con relación al año 2032, es qué vamos a hacer con un millón de kilómetros cuadrados sin habitantes. Y lo focalizamos en temas muy puntuales como la seguridad alimentaria. En los dos últimos dos años en Bolivia ya hemos importado alrededor de 1.100 millones de dólares en papa, cebolla, ajo, tomate y otros alimentos básicos. Todos esos aspecto nos plantea a cuestionarnos cómo vamos a lograr que algunas poblaciones no se vacíen como fruto de la migración, porque algunos datos proyectivos son muy complicados. Por ejemplo, Oruro de 35 municipios, 27 tienen población menor de 10 mil habitantes, sin servicios básicos elementales en esos lugares. Y Chuquisaca es otra región del país que de 10 provincias, ocho perdieron población. Cada vez más se van quedando sin “masa crítica poblacional”. Entonces, en la presión migratoria sobre las personas, hay una lista muy larga en las necesidades que provocan.
P. Qué provoca esa presión migratoria?
C.H.M.: Hemos hecho una investigación en cinco municipios del país, poblaciones estratégicas de Bolivia. Mizque (Cochabamba), San José de Chiquitos (Santa Cruz), Sorata (La Paz), Riberalta (Beni) y Cercado (Tarija). De acuerdo a una matriz de servicios básicos, existente en el territorio, hemos establecido cómo la ausencia de esos servicios genera presión migratoria. Por ejemplo, en Bolivia hay 256 municipios con población menor de 20 mil habitantes en el que en ninguno de ellos hay un hospital de segundo nivel.
Quiere decir que a la hora de una operación crítica, por ejemplo un parto complicado, la gente debe trasladarse donde encuentre dicho servicio. Ahí empieza una suerte de vía crucis y peregrinación, porque hay que inscribir al niño, sacar el certificado de salud. Entonces, no hay esos servicios básicos. Todos esos aspectos que faltan genera presión migratoria.
P. ¿Y las ciudades poseen lo que falta?
C.H.M.: Los que vivimos en ciudades le hemos perdido el respeto al tema de los servicios y las distancias, porque a diez cuadras a la redonda de donde vivimos o trabajamos, tenemos una posta sanitaria, los supermercados, un microhospital, una plaza, una iglesia y todo lo que concierne a servicios básicos. En cambio, en el campo cada necesidad es una salida. Entonces todo ello, van estableciendo un mecanismo de presión.
P. ¿Santa Cruz es en el que más recae esa presión?
C.H.M.: Las proyecciones indican que cerca del 50% de la población del país, el año 2032, va a vivir en el departamento de Santa Cruz. Y el área conurbada de crecimiento de la ciudad Santa Cruz va a estar en torno a cinco millones y medio de habitantes, porque vamos a llegar en una sola mancha hasta Montero, El Torno, La Guardia, en fin.
P. ¿Pero cuáles son las particularidades de la migración a Santa Cruz?
C.H.M.: Es interesante el proceso migratorio. Los que salen de áreas rurales de departamentos como: Chuquisaca, Oruro, Potosí, no se vienen directamente a las ciudades sino se dirigen a áreas rurales o a poblaciones intermedias, que es donde tienen la posibilidad de relaciones de trabajo. El problema es que la categoría migratoria en Bolivia todavía es arbitraria porque no hay una calificación exacta, pero la estamos ubicando entre 20 mil y 100 mil habitantes.
P. ¿Cómo se configura eso?
C.H.M.: De acuerdo a esa ubicación, son 74 municipios que están entre 20 mil y 100 mil habitantes. Si quitamos de esos 74 los que están en área periurbana o en la influencia de la región metropolitana, quedamos con 51. De esos 51 ya empieza el trabajo técnico para tratar de encontrar municipios que tengan tres condiciones en el territorio: uno, que sean nodos de servicio público, que tenga la mayor cantidad de servicios para que la gente se quede y aproveche la relación que tiene alrededor; dos, que tenga un elemento de seguridad alimentaria, que produzca alimentos sin necesidad de traer de otros lugares; y tres, que haya un elemento de cohesión social y aquí aparece el tema turismo de manera firme y nítida. Entonces, entre Riberalta, San José, Cercado, Mizque y Sorata, son los que dan los mensajes positivos y los mensajes negativos como funciona esto, están en ese escenario.
P. ¿Hay alguna población con esas características?
C.H.M.: Sí. En general, más bien, lo que estamos tratando de encontrar es que no sean capitales de departamento. Hemos tomado Tarija en la investigación, porque sin esa ciudad prácticamente desaparecería sin el núcleo de relacionamiento. En el Beni hemos tomado Riberalta, es una ciudad intermedia por antonomasia, porque brinda servicios a todo el norte del Beni y al departamento de Pando por su relación de influencia.
P. ¿Cuál es el destino u objetivo de esta iniciativa?
C.H.M.:La búsqueda de esto es que, en el armado nacional, exista una red de nodos de servicios porque ya no existe la posibilidad material de dotar de servicios públicos. La gran oportunidad (referido a la época de bonanza económica que vivió el país), la hemos perdido. Entonces, lo que queda es un acto de inteligencia para decir a dónde elegimos técnicamente, con decisiones de política pública, para acudir para recibir un determinado servicio, cuando no lo tiene en el lugar.
P. ¿Pero cómo está Santa Cruz?
C.H.M.: Aparece con mejores condiciones. Por el nivel de información agregada que ya contamos, es posible hacer una fisonomía nacional. El altiplano de manera genérica es un sitio de expulsión de población por el tema de agua, sequía, salinización, cambio climático, perdida de los niveles de agua dulce, eso está provocando salida. El Chaco tiene niveles cada vez mas críticos de sequía, hay un mal manejo y no hay cosechas de agua. El norte del Beni, tiene la dificultad de la inundación; cada vez son mas fuertes las aguas que llegan de dos vertientes y confluyen del lado nuestro, mas del lado del Perú. Frente a todo eso tenemos espacios como Santa Cruz, que en realidad es una extensión un poquito más que el territorio del departamento. Son alrededor de 390 mil kilómetros cuadrados, que tienen una estabilidad productiva sin grandes eventos de inundación y sequía durante todo el año. Y eso genera un punto de atracción.
P. ¿La situación es adversa en el resto del país?
C.H.M.: Tanto así no. Otro departamento con un nivel equilibrio extraordinario, es Tarija. Es el único departamento que no tiene pérdida poblacional del área rural a la ciudad. Mas allá del mal uso de los ingresos que ellos mismos lo reconocen, los índices de desarrollo humanos son los mejores de Bolivia, a menos del municipio de Padcaya que ha perdido 500 habitantes en el ultimo censo, habitantes, es el único caso.
El otro extremo es Pando, ha doblado su población en términos intercensales, de 50 mil a 105 mil habitantes en todo el departamento. Y Cobija el año 92 tenía 10 mil y ahora tiene 54 mil. En ese contexto, Santa Cruz, aparece con mejores condiciones desde el punto de vista productivo y mayores exigencias también por la vía de la presión. No hay forma no dar una respuesta nacional desde Santa Cruz en este tema.
P. ¿Las políticas públicas está a la altura de esas estimaciones?
C.H.M.: No, porque Bolivia no ha asumido todavía ni su responsabilidad con el área urbana, ni su responsabilidad con el área ambiental. Estas dos dimensiones plantean una ausencia de responsabilidad pública, existen leyes y disposiciones pero no hay cumplimiento ni de parte del aparato público y menos de la ciudadanía. No tenemos conciencia de vivir en ciudades. Un ejemplo muy simple: no se hace separación de la basura. Otro ejemplo, el ordenamiento de los mercados. Santa Cruz, es una muestra patética de ello.
P. ¿A este panorama qué perspectivas hay?
C.H.M.: Comparando nuestros procesos con lo que ha ocurrido en América Latina, hemos encontrado que no hay ningún problema que no tenga una solución en otro lugar. Y a nosotros, de manera inteligente, nos queda tomarlas para que tenga efecto. Desde el punto de vista técnico, los problemas esenciales que todavía sufrimos por falta de conciencia urbana, de reconocer que vivimos en ciudades, tenemos oportunidad para asumir de manera valiente y radical la necesidad de la conciencia urbana necesaria que nos ordene de manera mental y operativamente. Y por eso es que el elemento testigo, de un municipio que está trabajando para resolver todo esto y hacerlo de manera orgánica, en este caso nuestro San José de Chiquitos, nos permite comprobar que, en el tema de volúmenes y proporciones ajustándola, si es posible.
P. ¿San José es una experiencia paradigmática?
C.H.M.: En el caso del área rural, San José es uno de los lugares estratégicos en este sentido. Teniendo una migración en ese volumen, el nivel de satisfacción, el nivel de apropiación, el nivel de integración desde el punto de vista colectivo a la comunidad y a la forma de resolverlo, nos ofrece un modelo válido.
9 Mil millones
De habitantes se prevé alcanzará el mundo al 2032, cuyo 70% estará en ciudades.
75 Por ciento
De los habitantes, en Bolivia, vive en zonas urbanas. La tendencia crece.
Entrevista: Germain Caballero
Cargo: Alcalde de San José
“San José ha fijado su propia misión política’
El municipio de San José de Chiquitos, ha alcanzado un equilibrio de ciudad intermedia con servicios adecuados y una población que se fortalece, asimismo, en torno a una dinámica socioeconómica como el turismo, como parte de las misiones jesuíticas. Esa experiencia, para los ojos del país y fuera de ella, se convierte en una experiencia modelo. Germaín Caballero, alcalde de la población chiquitana, describe los alcances y los desafíos por hacer.
P. ¿Cómo es que San José se convierte en un modelo?
G.C.: El despoblamiento de nuestros municipios rurales, es una preocupación a nivel mundial. Y lo que hemos hecho desde aquí con la gran tarea de Carlos Hugo Molina y el Cepad es extraordinario, hemos logrado visualizar y en nuestro caso revertir esa tendencia de despoblamiento. Dado que esa migración rural hacia centros urbanos, solo terminan engrosando los grandes cinturones de pobreza.
P. ¿Cómo visualizaron este problema?
G.C.: De acuerdo a la experiencia de San José, hasta el año 2001, el índice de crecimiento de nuestro municipio era negativo. Decrecíamos 1% anual, es decir la gente se salía del pueblo. De hecho, estábamos con 16.599 habitantes.
Hacia el 2012, el último censo, el índice de crecimiento poblacional se revirtió considerablemente. Estamos bordeando 3,81% anual, que es casi tres veces de la media nacional que es 1,5%.
P. ¿Con cuántos habitantes se encuentra San José?
G.C.: En este momento está con registro oficial del INE, 28.9282 habitantes. Pero en el periodo ya intercensal, de acuerdo a su índice de crecimiento, San José está bordeando los 37 mil habitantes. Y eso es perfectamente verificable, ahora que hemos comenzado el periodo de clases, en las visitas habituales que hago, me encuentro con que faltan pupitres, porque ha llegado más gente en busca de mejores oportunidades de vida.
Eso implica, además, que hay más crecimiento vegetativa propia. En San José mensualmente se registran 40 nacidos vivo.
P. ¿Qué han hecho para este incremento de población?
G.C.: Los índices de crecimiento poblacional se los ha revertido producto de un trabajo netamente local, de entender que es posible resolver los problemas de migración si es que se le da condiciones a la gente para que viva mejor. Por ejemplo, los ancianos no tienen por qué ir a otro municipio para cobrar su bolivida si la tienen ahí. No tienen por qué ir a buscar servicios de salud si ya tenemos hospitales de primer y segundo nivel.
P. ¿Qué retos se han marcado para garantizar ese avance?
G.C.: Lo que hemos visualizado con mucha certeza es estructurar una propuesta, a partir de nuestras potencialidades locales, como es el turismo. San José, junto a otros ocho municipios chiquitanos, han logrado hasta el momento generar en base al turismo de la región al menos 5.000 empleos directos.
En el caso específico de San José, según los datos actuales que tenemos, hasta el año 2010 la capacidad de los hoteles no pasaban de 60 camas con cuatro servicios de alojamiento de media y baja calidad. Ahora estamos con 39 servicios hoteleros, desde cinco estrellas, hasta alojamientos, cabañas y residenciales, con 767 camas, lo que genera más de 1.000 fuentes de empleo directo. Es una actividad que se siente y palpa. Eso transforma significativamente lo que hemos dicho.