El migrante es el habitante que se enfrenta al cambio. Dejar a los muertos, como dirían los antropólogos, es un acto de renunciamiento y es lo que se ha hecho en la historia de la humanidad para buscar mejores tierras, cosechas y mejores condiciones de vida. A esta calidad de migrante se suman otros provocados por eventos naturales, guerras, sobrepoblación, persecuciones políticas, situaciones todas ellas que van más allá de la voluntad y la decisión de las personas involucradas.
Cualquiera sea el caso, existe la necesidad de una elaboración del duelo que permita comprender el renunciamiento del territorio, y al buscar otro distinto y a veces distante, definir las pruebas que deberán superarse. Aparece naturalmente la incorporación de la planificación y los instrumentos ordenadores para enfrentar el fenómeno.
La humanidad ha sido, y lo sigue siendo, migrante sobre el planeta. Las razones por las cuales las personas dejan su tierra de origen, se ha constituido en el objeto de un estudio que nos mueve y que hoy nos lleva en su séptima versión a Cáceres, Extremadura, el próximo lunes 25 de febrero.
Nuestra investigación tiene como telón de fondo el debate de la descentralización con una nueva dimensión a la que se generó durante la década de los 90. El desarrollo económico local, el fortalecimiento de nodos territoriales de servicios de las ciudades intermedias, la migración y despoblamiento, tienen especificidades expresadas en el envejecimiento de la población, la existencia de población flotante o la falta de condiciones económicas de desarrollo en el territorio.
Hay países con demandas específicas en materia de descentralización, junto con la migración. Chile por la próxima elección de autoridades regionales; Uruguay por el reciente funcionamiento del nivel municipal con la elección de alcaldes; Bolivia, debido a la aceleración migratoria urbana en un país que se asume como originario, indígena, campesino, y México, por la necesidad política de respuesta a problemas irresueltos.
En ese escenario, aparecen las ciudades intermedias y la cohesión social para ayudarnos a comprender las realidades sobre las que recae el peso de los procesos de despoblamiento; ellos son los espacios donde se generan las mayores oportunidades y demandas y el lugar en el que se tensiona la cohesión. Producto de la acumulación académica de nuestros seis encuentros anteriores, estamos en condiciones de compartir cinco hallazgos con calidad de hipótesis verificadas:
Hemos encontrado que los procesos migratorios rural-urbano, urbano-urbano, nacional-internacional, continuarán, al ser una tendencia mundial y corresponder a una conducta generada por situaciones a las que no se le han encontrado respuestas hasta ahora.
Como consecuencia de la migración, se genera el despoblamiento rural y el abandono de extensiones que deben ser ocupadas y utilizadas con otras condiciones. No siempre el abandono de la tierra significa suspensión de capacidad productiva ni la disminución de las fronteras agrícolas. Mientras que en los poblados de esas zonas, se encarecen los servicios por la necesidad de su mantenimiento y la disminución de los usuarios.
Al producirse la migración hacia las ciudades y áreas periurbanas, se genera sobre ellas una presión que demanda servicios e infraestructura, y que las ciudades receptoras no están en condiciones de enfrentar.
Resulta patético comprobar, por otro lado, que no existen antecedentes de retorno poblacional masivo a los territorios de origen abandonados.
Y finalmente, queda en evidencia que las políticas públicas aplicadas hasta ahora, no han modificado la tendencia migratoria.
Sobre esas realidades estamos trabajando.
Fuente: El Deber y Los Tiempos