La caminata es parte de un ritual que empieza el 16 de julio y termina el 25 con la fiesta patronal de San Santiago. La experiencia es única y mágica.
sociedaddomingo, 04 de agosto de 2019 · 00:04
Carolina Méndez / Santa Cruz
Desde hace tres años, cada julio, cientos de personas peregrinan por la senda del “Peabirú Chiquitano”, el camino antiguo que los guaraníes recorrían en busca de la mítica “Tierra sin Mal”. La ruta, ubicada entre Roboré y Santiago de Chiquitos, en Santa Cruz, es parte de una vía transcontinental de trueque y encuentro entre pueblos indígenas.
Este año la caminata colectiva contó con 402 peregrinos. El Gobierno Autónomo Municipal de Roboré, la Subalcaldía de Santiago de Chiquitos, la Reserva de Tucabaca, la coordinación del Centro para la Participación, el Desarrollo Humano Sostenible (Cepad) y los visitantes -que a viva voz cuentan entusiasmados su travesía- unen esfuerzos para promocionar el evento.
La actividad es gratuita y puede participar cualquier persona que esté dispuesta a caminar 26 km desde Roboré hasta Santiago de Chiquitos. Como recompensa, el bosque chiquitano, la majestuosidad de la serranía, el mar verde del Valle de Tucabaca y las gigantescas rocas cómplices del canto de las nacientes aguas cristalinas quedan grabadas en las pupilas de los visitantes.
Peregrinar para añorar
Si usted al igual que yo -antes de vivir la experiencia- nunca escuchó hablar del Peabirú Chiquitano no se desmorone. Ciertamente es una peregrinación aún poco divulgada.
Todo inicia a las cuatro de la mañana con el ritmo de los tambores. El sonido cada vez más cerca de las casas anuncia la presencia imponente de los abuelos chiquitanos, esos personajes exóticos y llamativos que usan máscaras y emiten sonidos extraños con las rodillas.
“Recorremos las calles durante nueve madrugadas. Llevamos las bendiciones del patrón Santiago. Salimos de la Casa del Pueblo y retornamos al mismo lugar”, cuenta Róger, uno de los integrantes del grupo de los abuelos. Cuenta que el ritual inicia el 16 y concluye el 25 de julio con la fiesta patronal.
Luego de ver a los abuelos pasar por las ventanas y asimilar que lo que se acaba de ver no fue un sueño. Uno debe vestirse y dirigirse al punto de partida de la peregrinación, la Parroquia San Antonio de Roboré. Allí el sacerdote relatará la historia del Peabirú y dará su bendición al grupo de peregrinos.
También se da la guía básica para emprender camino: “Seguir a los guardaparques claramente identificados”, “no botar basura”, “cargar una botella de agua y recargarla en el recorrido”.
“Es una actividad turística y cultural donde el peregrino tiene contacto con la naturaleza. Lo que se quiere poner en valor es la importancia de preservar los recursos naturales”, explica Ana Galarza, representante del CEPAD.
Los primeros seis kilómetros son los más difíciles, se inicia en el seco bosque chiquitano ascendiendo por una pendiente pronunciada. Quienes tienen alguna dificultad para caminar pueden usar unos buses de apoyo para este trayecto exigente.
Luego se ingresa a un área protegida, a la que ya no entran vehículos y todo lo que hay por delante es un recorrido extenso pero de dificultad baja. Se atraviesan distintos paisajes, se observa la flora y la fauna y uno se siente muy vivo. No es casual que esta haya sido la ruta usada por los guaraníes en su busca de la tierra sin mal.
“Se fortifica el espíritu”, dice Óscar, caminante que vino desde Santa Cruz para vivir por segundo año el camino del Peabirú. “Vine con unos problemas y míreme como estoy, súper contento”, dice.
“Ya estoy cansada pero mi patrono Santiago me dará fortaleza para seguir y llegar a la meta”, manifiesta Rosa, una peregrina que ronda los 50 años.
“Es una experiencia mágica” dice Luis sin aflojar el paso. Cuenta que es el segundo año que hace el recorrido y que esta vez se vino con toda su familia.
La subalcaldesa de Santiago de Chiquitos es una andante más y pasaría desapercibida si no fuese por el estandarte con el rostro de San Santiago que lleva a cuestas. El alcalde de Roboré también está presente.
El tiempo promedio que se demora en transitar los 26 kilómetros es de siete horas. Se hacen descansos, se recarga agua y en una estación determinada hay patasca y chicha gratis para los peregrinos.
El trayecto concluye en la iglesia misional de Santiago de Chiquitos. Hay repique de campanas y los abuelos danzan para dar la bienvenida a los caminantes.
Intentar meter en palabras lo que uno siente en este recorrido es una ambición pretenciosa, no obstante, no intentar contarlo es un acto de egoísmo.
Fuente: Página Siete.