* Clara Larrauri Escamilla
A Santiago de Chiquitos se le conoce como la antesala al cielo gracias a los miradores desde lo alto de Tucabaca, y no fue de exagerar. El patrimonio natural de dicho municipio es verdaderamente digno de visitar. Mi estancia transcurrió entre clases, ensayos, mucha música, largas conversaciones y paseos en la naturaleza. Un entorno inmejorable para el desarrollo y creación artística.
Llegué a Santiago a principios de septiembre e inmediatamente me sentí acogida por sus vecinos, los cuales se caracterizan por dos cosas: su amor y defensa incondicional a la naturaleza y los recursos naturales y lo acogedores que son los extranjeros y los turistas que visitan el pueblo. Santiago tiene una mezcla demográfica muy interesante, entre Santiagueños de nacimiento y Santiagueños de acogida, aquellos extranjeros (y también nacionales) que desarrollaron un apego y amor por este pueblo. La tranquilidad, los sonidos, los colores, los paseos, su gente y sus fiestas hicieron que yo también me enamorara de este pueblo.
Santiago es, además, núcleo importante de la ruta de las Misiones Jesuíticas del oriente boliviano. Cuenta con una tradición de música barroca instrumental y coral de más de 300 años de antigüedad y es sin duda, un destino muy interesante para cualquier musicólogo e intérprete de música antigua. Su escuela, bien llamada “Escuela de Música Misional”, continúa interpretando aquel repertorio misional mezcla y representación del barroco europeo con las tendencias y melodías de esta bella región. Sus estudiantes y profesores, apasionados del instrumento que ensayan constantemente llegando a niveles de exigencia muy interesantes.
Durante mi estancia pude disfrutar de preparar a los estudiantes en la técnica y lenguaje barroco (y otros) y además compartir un repertorio camerístico excepcional con sus tres profesores de violín, contrabajo y coro y teclados.
La Escuela de Música de Santiago es sin duda un núcleo transversal e imprescindible para su municipio y que es y debería continuar siendo el orgullo de todos sus vecinos.
* Clara Larrauri Escamilla formó parte del programa de Voluntarios Municipales Expertos impulsado por el Fons Valencia per la Solidaritat y con el Centro para la Participación y el Desarrollo Humano Sostenible (CEPAD) como contraparte en Bolivia. Ella estuvo trabajando durante un mes como profesora de música en la Escuela de Música de Santiago de Chiquitos.